Mirando al 26 de octubre
Padre Hugo Tagle En twitter: @hugotagle
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Padre Hugo Tagle
Un buen termómetro de democracia se verá el domingo 25 de octubre, pero más el lunes 26. En efecto, la forma en que se acoja el resultado dirá mucho de la cultura cívica de cada cual.
Las dos opciones son legítimas. ¿Acepta la alternativa que usted no quiere? Yo, sí. Y estoy seguro, una gran mayoría. No podemos dejarnos chantajear por la violencia demencial y cobarde que ha marcado la agenda en estos días previos al plebiscito. Ninguna opción es una varita mágica que solucionará los problemas que aquejan al país. Pero sí camino de encuentro y solución de conflictos.
Estamos de acuerdo –es lo que se lee en todas las encuestas– que se requieren cambios en la actual Constitución. Ya se anunciaron hace varios años atrás. Lamentablemente se llegó tarde. No podemos alegar que “no lo veíamos venir”. El 18-O de 2019 fue crónica de una tragedia anunciada. Quizá no en el grado de demencia y violencia demoníaca que se vio en la quema del Metro, locales comerciales e iglesias, pero sí en muchas de las manifestaciones de descontento incubadas desde hace años.
Estamos en deuda en una reforma profunda a pensiones, salud y educación; trabajo y mejores sueldos, combate a los abusos y mejora de seguridad ciudadana. En fin ¡muchas tareas por delante! Una sola reforma de la actual Constitución o una nueva no tendrá efectos milagrosos, pero sí ayudará a canalizar mejor las legítimas demandas ciudadanas.
Entre las reformas urgentes, la Cámara de Diputados. Lo rescatable de ese grupo –hay buenos diputados en todos los sectores- se pierde entre la inoperancia, la frivolidad e ignorancia de varios que han aportado poco y nada, y aleonado con su silencio la violencia desatada. Menos es más. Su solo aumento fue un error. Se deben aumentar las exigencias.
Un segundo aspecto urgente para incluir es la calidad de país multicultural. Cualquiera sea el próximo texto constitucional –modificado o nuevo– este aspecto debe ser incluido, al igual que tantos países, empezando por Nueva Zelandia, tan citada, o Suiza, con sus tres idiomas oficiales (una forma de reconocer la pluriculturalidad). En fin, no estamos inventando la rueda ni debemos dramatizar en exceso la idea de cambio. Cualquiera sea el resultado, el punto es respetarlo. En el plebiscito no hay ganadores ni perdedores. Ganamos o perdemos todos.
Chile es mayoritariamente cristiano, gente de fe, creyente. Que se note en el lenguaje, trato y respeto; en la dignidad, esa bendita palabra. Participe del plebiscito. Que sea una fiesta de la democracia, de paz, alegría y vida.